PEKIN.- China sigue padeciendo los estragos de la ola de COVID-19 desatada a finales del año pasado y que ahora parece amenazar a las poblaciones rurales, en las que las autoridades han pedido que se garantice el suministro de medicamentos.
Una vez que la oleada de contagios ha llegado a su pico en grandes ciudades como Pekín, donde ya se respira cierta normalidad, con un repunte del tráfico y oficinas que vuelven al ajetreo habitual, la preocupación está ahora en las zonas alejadas de los principales núcleos urbanos.
Inquieta especialmente que las zonas rurales no tengan medicinas suficientes para afrontar una oleada durante el Año Nuevo Lunar, periodo en el que los chinos acostumbran a volver a sus lugares de origen, y que en 2023 caerá entre el 21 y el 27 de enero.
Por ello, la directora del Departamento de Asuntos Médicos de la Comisión Nacional de Sanidad, Jiao Yahui, ha pedido a la China rural que se prepare para que “las personas con cuadros graves puedan ser trasladadas a, como mínimo, un hospital a nivel de condado”.
El Consejo de Estado (Ejecutivo) ya pidió a mediados del pasado mes a los gobiernos locales que diesen prioridad a los servicios de salud en las zonas rurales “para proteger a la población”, señalando “su relativa escasez de recursos de atención médica”.
Imágenes y vídeos compartidos en redes sociales como Twitter siguen mostrando en los últimos días situaciones de gran presión hospitalaria mientras los sanitarios intentan hacer todo lo posible para tratar salvar vidas de los pacientes de edad más avanzada, los más vulnerables a fallecer por COVID-19.
“En 2023, la batalla para evitar casos graves y muertes ya ha comenzado. Todos los hospitales en China trabajan a destajo para salvar vidas”, aseguraba en los últimos días en Twitter el influyente periodista chino Hu Xijin, ex director de Global Times.
Acompañado de un vídeo del turismo en Pekín durante las vacaciones de Año Nuevo, Hu agregaba hoy que “aunque la oleada todavía no hay terminado”, ya se pueden ver “escenas de mejora en toda China”, con “una recuperación de la normalidad más rápida de lo esperado”.
Más de 50 millones de viajes
Los tres días de vacaciones por el Año Nuevo han dejado hasta ahora el movimiento de 52.7 millones de personas en el primer periodo festivo desde que se eliminaran el pasado diciembre las restricciones antiCOVID-19 habituales de los últimos años.
Esta cifra supone un aumento del 0.44% con respecto al mismo periodo vacacional del año anterior, y muestra una recuperación del 42.8% en comparación con las cifras de las mismas fechas en 2019, las últimas ofrecidas antes del inicio de la pandemia.
Los datos reflejan el regreso a la normalidad en los desplazamientos interprovinciales, para los que existían numerosas restricciones en los últimos meses, mientras el COVID-19 sigue extendiéndose por la geografía china.
No obstante, la rápida propagación del virus por el país tras retirar la política de “cero COVID-19” ha sembrado dudas sobre la fiabilidad de los datos oficiales de contagios y muertes, que han registrado apenas un puñado de fallecimientos recientes por la enfermedad pese a que localidades y provincias han calculado que una proporción significativa de sus poblaciones se ha contagiado.
Por ello, la Organización Mundial de la Salud se mostró recientemente “muy preocupada” por la evolución del COVID-19 en China y reclamó “más información”, a lo que Pekín respondió que ha compartido sus datos “de forma abierta, puntual y transparente”.
La compañía británica de análisis del sector sanitario Airfinity estimó en los últimos días que China está sufriendo actualmente unas 9,000 muertes diarias por COVID-19.
“China ha optimizado su estrategia dado que la situación de la pandemia, con una patogenicidad debilitada, una alta tasa de vacunación y mayor experiencia en la prevención y el control, ha cambiado. Los esfuerzos deben centrarse ahora en prevenir casos graves y muertes”, justifica en su editorial de hoy el diario China Daily.
El medio también arremete contra quienes han impuesto restricciones a los viajeros procedentes de China: “Esta práctica es pura discriminación. Los protocolos a los viajes internacionales tienen que estar basados en los hechos y en la ciencia en lugar de en el prejuicio”.
A partir del 8 de enero, la COVID-19 dejará de ser una enfermedad de categoría A en China, el nivel de máximo peligro y para cuya contención se exigen las medidas más severas, para convertirse en una de categoría B, que contempla un control más laxo, marcando así en la práctica el fin de la política de ‘cero COVID-19’, desmantelada por las autoridades después de que se produjesen protestas.