Estamos entrando en la recta final del año, esto comienza a notarse porque poco a poco el clima va cambiando; las temperaturas han descendido y los días se van haciendo más cortos.
Es por ello que estamos próximos a hacer el cambio de horario, dejando atrás el horario de verano para darle paso al horario de invierno, algo que se viene haciendo desde hace décadas con la intención de ahorrar energía eléctrica pero una modificación a la cual no se acostumbran fácilmente los seres humanos.
Con el horario de invierno deberemos retrasar el reloj una hora; generalmente, se recomienda hacer la modificación en la noche del sábado, previo al domingo del cambio, y como se necesita un periodo de adaptación, se tiene el domingo para tratar de adaptarse y reponerse a dicho ajuste, sin que se afecten sus actividades.
Pese a estas 24 horas “de gracia” a la adaptación al nuevo horario, no es suficiente. Es normal que los primeros días después del cambio de hora, algunas personas no se sientan del todo bien; la mayoría se encuentra irritable, con falta de concentración, bajo rendimiento laboral e insomnio.
Pero también, el cambio al horario de invierno puede tener cierta incidencia sobre nuestra salud, lo cual es importante considerar.
Quizá las alteraciones a corto plazo no son tan drásticas como cuando vivimos el cambio al horario de verano, en donde se pierde una hora de sueño y hay una mayor exposición solar, lo cual tiene implicaciones en el organismo, sobre todo a nivel hormonal. Esto es porque debido a la reducción de horas de sol del horario de invierno, aumenta la secreción de melatonina, una hormona que interviene en la regulación del sueño y posee efectos hipnóticos y relajantes. También porque reduce a su vez la de serotonina, con efectos euforizantes, de bienestar y de control del hambre.
Cómo afecta a tu salud el cambio al horario de invierno
1) Cansancio en los primeros días. Nuestro cuerpo se activa con luz, por lo que levantarse cuando aún está oscuro produce una mayor sensación de cansancio, la cual puede alargarse durante la mayor parte del día. Además, el retraso de una hora también provoca que anochezca más temprano. El cuerpo empieza a segregar melatonina antes y por tanto tienes más sueño cuando aún estás activo.
2) Sedentarismo. La adaptación a unos horarios con menos horas de sol comporta un importante aumento en la secreción de melatonina, lo que nos hace estar más relajados y menos activos, con menos apetencia por el ejercicio físico. El sedentarismo conlleva a tener mayor riesgo de sufrir algún problema cardiovascular.
3) Aumento de peso. Derivado del sedentarismo y de pasar la mayor parte del tiempo en lugares cerrados, puede que registres un aumento en tu grasa corporal y por ende, sufras de sobrepeso. Más si se tiene en cuenta que una hormona estimulada por la luz solar como es la serotonina desciende sus niveles en el horario de invierno. La serotonina está relacionada con el bienestar y la satisfacción, así como con la sensación de saciedad al comer. Así, es posible que en horario invernal sintamos mayor sensación de hambre.
4) Falta de vitamina D. Una de las principales fuentes de la que obtenemos esta vitamina es de la luz solar. Pese a que existen diversos suplementos, no son del todo eficaces, por lo que lo mejor será que busques un espacio para que te dé el Sol.
5) Mayor incidencia de fracturas. Ante la baja de vitamina D, el cuerpo no puede asimilar muy bien el calcio proporcionado por determinados alimentos, por lo que se ve obligado a tomarlo de algunas reservas óseas, disminuyendo la densidad ósea y aumentando el riesgo de osteoporosis, por lo que la probabilidad de sufrir alguna fractura es mayor, sobre todo personas de más de 60 años, particularmente mujeres.
6) Depresión. Con la disminución de las horas de luz solar desciende la secreción de serotonina y aumenta la de melatonina. Hay personas que se sienten más tranquilas y relajadas en este horario, pero otras precisan de mayores niveles de serotonina, y otras hormonas de secreción estimulada por el sol, para no caer en un trastorno melancólico depresivo, que normalmente se supera en pocos días o semanas pero que puede llegar a convertirse en un problema crónico.