WASHINGTON.- El presidente Joe Biden prometió que hará «pagar un precio» por la invasión de Ucrania a su homólogo ruso, Vladímir Putin, y que conseguirá «salvar la democracia» de los retos que enfrenta dentro y fuera de Estados Unidos.

La guerra en Ucrania centró parte del primer discurso de Biden sobre el estado de la Unión, en el que anunció su decisión de cerrar el espacio aéreo de Estados Unidos a las aerolíneas rusas, como han hecho Canadá y la Unión Europea (UE).

«Putin está más aislado que nunca del resto del mundo», proclamó el mandatario ante los legisladores de ambas cámaras del Congreso estadounidense.

A LOS OLIGARCAS RUSOS

Biden defendió que sus medidas y las de los aliados de EE.UU. conseguirán «asfixiar la economía rusa», y anunció que el Departamento de Justicia estadounidense tomará más medidas para acorralar a los oligarcas que permiten al Kremlin financiar su guerra.

«Encontraremos y decomisaremos sus yates, sus apartamentos de lujo, sus aviones privados», recalcó dirigiéndose a los oligarcas rusos.

El presidente suele describir las relaciones internacionales como un pulso entre democracias y autocracias, y en su discurso opinó que las primeras han logrado estar «a la altura del momento» en lo relativo a Ucrania.

«El mundo está eligiendo claramente el lado de la paz y la seguridad», subrayó Biden.

Admitió que puede que Putin «siga haciendo avances» en Ucrania y que, aunque rodee Kiev con tanques, «nunca se ganará los corazones y las almas del pueblo ucraniano» ni cumplirá su objetivo de derribar «los cimientos del mundo libre».

«Putin calculó muy mal las cosas. Creyó que podía entrar en Ucrania y que el mundo se rendiría. Y en cambio se ha encontrado con un muro de fuerza que nunca imaginó», opinó.

Aseguró además que ha tratado de minimizar el impacto de la guerra en EE.UU. con medidas como la liberación de 30 millones de barriles de crudo de sus reservas estratégicas, e hizo una promesa a los estadounidenses: «Vamos a estar bien».

ENFASIS EN TEMAS INTERNOS

La invasión rusa de Ucrania obligó a Biden a reescribir parte de su discurso sobre el estado de la Unión, y el tema suscitó los únicos aplausos bipartidistas de la noche, incluido uno para la embajadora ucraniana en EE.UU., Oskana Markarova, que estaba presente en el hemiciclo.

Sin embargo, Biden solo dedicó a Ucrania alrededor de diez minutos de la hora que duró el discurso: la cercanía de las elecciones legislativas de noviembre y su propia caída de popularidad en las encuestas motivaron que prefiriera centrarse en temas internos.

El aumento del coste de la vida es la principal preocupación de los votantes, y Biden les aseguró que tiene un plan para atajar la inflación «reduciendo los costes y no los sueldos».

«Mi mayor prioridad es poner los precios bajo control», aseguró Biden sobre la inflación, que está disparada en Estados Unidos hasta niveles inéditos en más de 40 años.

Biden insistió en la necesidad de reducir los precios de la energía, los de los medicamentos y del cuidado de los niños, además de fabricar más productos en EE.UU. y conseguir que esta sea «la década de la infraestructura» en el país.

Sin embargo, no pidió expresamente que el Congreso apruebe su plan de gasto social, valorado en 1,75 billones, que muchos en el Senado ya dan por muerto.

Y su alegato no convenció a la oposición republicana: la gobernadora de Iowa, Kim Reynolds, le acusó en un discurso posterior de haber devuelto al país a finales de la década de los 70 o principios de los 80, «cuando la inflación desbocada golpeaba a las familias».

También hubo un abucheo de la bancada demócrata a la republicana cuando una congresista conservadora, Lauren Boebert, le gritó a Biden durante el discurso que él había «puesto a trece» soldados estadounidenses en ataúdes.

La legisladora se refería a los fallecidos en el atentado en el aeropuerto de Kabul del pasado agosto, durante la retirada estadounidense de Afganistán, pero Biden no quiso mencionar ese caótico repliegue ni casi ningún otro tema de política exterior.

REFORMA MIGRATORIA

Solo citó rápidamente la competición estratégica con China y la cooperación con México y Guatemala para disminuir el flujo de inmigrantes indocumentados a la frontera sur estadounidense.

Además, pidió al Congreso que apruebe «de una vez por todas» una reforma migratoria que incluya un camino a la ciudadanía para los «soñadores», jóvenes que llegaron a Estados Unidos siendo niños, y a los beneficiarios del Estatus de Protección Temporal (TPS, siglas en inglés), entre otros.

«No solo es lo correcto, sino que también es inteligente a nivel económico», subrayó, a pesar de que ese proyecto de reforma está completamente estancado en el Congreso.

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Ante la expectativa de que el Tribunal Supremo limite este año el derecho a abortar en Estados Unidos, Biden abogó por «preservar el derecho de una mujer a decidir», aunque de nuevo evitó usar la palabra «aborto», algo por lo que le han criticado muchas activistas.

Su discurso se produjo el primer día en que las mascarillas dejaron de ser obligatorias en Washington debido al descenso de contagios, y el mandatario celebró que el país «avanza de forma segura hacia rutinas más normales».

Tras hablar sobre las amenazas al derecho al voto en Estados Unidos, Biden pidió a los estadounidenses unirse y cumplir su responsabilidad a nivel interno y global.

«Salvaremos la democracia», prometió Biden, que al terminar su discurso pronunció un misterioso «a por él» o «a por ellos», una aparente referencia a Putin que desconcertó a los espectadores.


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