Más allá de lo que podamos creer, los enamoradizos no son personas felices. Lo que hay muy a menudo tras esta conducta es una adicción al amor, a la sensación de atracción y efusividad de las primeras fases. Más tarde llega la frustración y el desinterés.

Dicen de las personas enamoradizas que van saltando de flor en flor. Son esas figuras apasionadas capaces de ver al segundo, virtudes excepcionales en alguien en concreto. Aún no han terminado una relación y empiezan otra. Las relaciones no suelen durar mucho porque siempre surge ese hombre o esa mujer que de pronto, capta toda su atención, su interés y la totalidad de su corazón.

 

Hay quien ve con cierta incomodidad a este tipo de perfil. Desconfían de ellos porque suelen dejar tras de sí un rastro de víctimas, de exparejas que fueron abandonadas por ese amor volátil, por ese afecto que como las burbujas, sube, emborracha y se desvanece al poco tiempo. Ahora bien, hemos de comprender también a la otra parte, al propio enamoradizo.

La personalidad con tendencia al enamoramiento continuado, por llamativo que nos parezca, no siempre es feliz. Vivir en un estado donde caer rendidos por las características de unos, las capacidades de otros, la amabilidad de aquel de más allá o el encanto de este que acaba de conocer, les aboca a menudo a tener que gestionar muchas emociones. También decepciones y situaciones donde tener que romper relaciones para iniciar unas nuevas.

Asimismo, también se enfrentan en buena parte de las veces a amores no correspondidos. Pueden perfectamente poner su mirada en alguien que sencillamente jamás responderá a su interés. Son situaciones altamente complejas.

Las personas enamoradizas abundan y sus historias, su relato vital, no siempre es satisfactorio ni feliz. Lo señalábamos al inicio. La mayoría de las veces están supeditados a una noria emocional, esa donde los altibajos son constantes. Van de la emoción del enamoramiento a la pasión, más tarde, si logran iniciar una relación, la propia estabilidad les puede generar monotonía e incluso decepción.

Es común que atraviesen épocas en las que la falta de euforia les aboque al desconsuelo. Se caracterizan, por así decirlo, por quedar supeditados a un patrón conductual casi compulsivo de «amor-desamor». Además, son comportamientos que vienen explicados por desencadenantes muy concretos. Profundizamos en ellos a continuación.

La adicción al amor y la explicación neuroquímica

Las personas enamoradizas son adictas al amor. En realidad, cuando se enamoran de una persona nunca se da una conexión profunda y auténtica. Pocas veces llegan a conectar (e incluso a conocer) a ese hombre o mujer con quien inician un vínculo. Están supeditadas básicamente a la sensación que genera ese proceso.

A menudo, les basta solo con descubrir un rasgo interesante en alguien para experimentar deseo, atracción y fascinación. Un rostro atractivo, un gran sentido del humor, la simpatía, una destreza, un estilo de comunicación, unas horas compartidas en común… Les basta muy poco para que el mecanismo del enamoramiento se ponga en marcha de manera intensa, desmesurada a veces.

La adicción al amor tiene una explicación muy concreta desde un punto de vista neuroquímico. En las personas enamoradizas, el núcleo accumbens actúa casi del mismo modo que en cualquier tipo de adicción.

Hay una necesidad por recibir grandes cantidades de dopamina, de serotonina y oxitocina, Son esos neurotransmisores que surgen sobre todo en las primeras fases del amor.

Ahora bien, de entre esas sustancias, la auténtica responsable de esa adicción, de esa necesidad de experimentar la efusividad de las primeras fases del enamoramiento es la dopamina.


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