SANTO DOMINGO. Para un gran segmento de la población la jornada de hoy no es un día cualquiera, es más, se lo vincula con un término por demás extraño: Trezidavomartiofobia, que significa precisamente fobia o temor irracional al martes 13. El día martes nunca tuvo buena fama y eso arranca desde la antigüedad, era un día que se vinculaba precisamente con Marte, nombre romano de Ares, el dios de la guerra. Si a eso le sumamos la mala fama del número 13, la combinación para disparar los miedos es perfecta: “No te cases ni te embarques, ni de tu casa te apartes” dice el viejo refrán.

Las justificaciones para esa temible fama del martes 13 son tantas y tan variadas que aparecen por ejemplo, en los evangelios; en la última cena el discípulo que traiciona a Jesús es el número 13, el despreciado Judas Iscariote.

En la mitología nórdica Loki, un dios tramposo, inclinado a la maldad, es el invitado número 13 a una cena entre los dioses del Valhala, el paraíso de la religión escandinava.

En el Apocalipsis, el anticristo aparece en el capítulo 13 y así se pueden seguir enumerando causas que sustentan la mala fama de esta temida fecha, que este año aparece en el último mes del calendario y muy cerca de las fiestas navideñas.

Aunque el mundo tecnologizado en que vivimos va dejando atrás algunas antiguas supersticiones, todavía es mucha la gente que cree en la mala suerte que puede traer un día en particular del año, como se cree en determinadas cábalas que tienen que ver con el pie con el que nos levantamos por la mañana o no pasar por debajo de las escaleras o no condenar a la soltería perpetua a la persona que sirve el café si le dejamos la bandeja vacía.

El martes 13 ha demostrado a lo largo de los siglos que goza de una envidiable buena salud, y también los diferentes mejunjes, “remedios” y cábalas que combaten esa “mala onda” que lo caracteriza: bálsamos a base formol, bolsitas de alcanfor en la cartera de las damas, hojas de ruda ocultas en una gaveta del escritorio, no abrir paraguas bajo techo, usar ropas rojas, ponerse la ropa interior al revés, y la citada como la más efectiva de todas: un trébol de cuatro hojas.

Seguramente mañana, la mayoría de nosotros se reirá de los temores y llegará a la conclusión de que el mundo sigue andando y no hay mal que dure cien años ni martes 13 que dure más de 24 horas y, en el caso de quien esto escribe, guardará en alguna página de su libreta de notas el trébol de cuatro hojas que tanto trabajo le costó encontrar en los días previos.


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