Por Ramón Raposo

SANTO DOMINGO.- La falta de institucionalidad, la carencia de ideología y la ausencia de líderes que entiendan el rol que deben jugar ante los cambios sociales que ameritan los nuevos tiempos, amenazan con la destrucción de la partidocracia tradicional dominicana.

Los enfrentamientos de los últimos días escenificados entre distintas facciones del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) por el control de la franquicia, el descalabro del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y las divergencias que empiezan a aflorar a lo interno de los partidos de la Liberación Dominicana (PLD) y Revolucionario Moderno (PRM) por la nominación presidencial para el 2020, tienen enfrascada a la alta dirigencia de las cuatro organizaciones políticas más influyentes del sistema en un “círculo vicioso” que la ha desconectado de su militancia y de la sociedad en sentido general.

Aunque este proceso de desconexión militancia-dirigencia lleva décadas, en los últimos años el mismo se ha acentuado hasta tal punto que ninguno de estos partidos ha llamado a sus dirigentes a ponerse a la disposición de los damnificados de las lluvias de los últimos días tal como se hacía en épocas anteriores. 

Cuando se estudia la historia dominicana, se observa que desde sus cimientos, con el propósito de acceder al poder los caudillos formaban grupos integrados por hombres “prominentes” intelectuales de la época, sectores influyentes y brazos armados, los cuales se circunscribían a la búsqueda de espacios estatales, simple y llanamente.

Es a estos grupos políticos que hoy se les llama partidos, y se les puede decir así porque aunque en la actualidad hay un engranaje jurídico que los define y regula, con el pasar de los años ha cambiado la forma pero no el fondo.

En la actualidad los partidos políticos son concebidos por su dirigencia como maquinarias electorales los cuales se reactivan para los periodos de elecciones.

La dirigencia de los mismos no se reúne, sus organismos no se respetan,  sus locales paran cerrados, quien representa al partido no es el que tiene una trayectoria de labor comunitaria y política si no el que tiene “cuarto” para mantener el mismo.

En otros tiempos  se observaba un interés de las organizaciones políticas  en participar en la escogencia de la representación de juntas de vecinos y clubes sectoriales, con el propósito de mantener sus órganos de bases activos y tener representaciones en organizaciones de incidencia comunitarias, pero esta participación ha sido relegada a un segundo plano, la misma solo se ha circunscrito a los grandes gremios del país.    

Es notoria la carencia ideológica que impera en los partidos políticos, ganando terreno  entre su militancia la cultura de “lo mío alante”; dejando de lado la vocación de servicio y la búsqueda de desarrollo y el progreso común que debe caracterizar a un dirigente.

A esto hay que agregar la falta de visión mostrada por sus líderes,  los mismos se han quedado anquilosados y no han entendido que los partidos que representan deben adecuarse a los nuevos tiempos y conectar con el sentir de la sociedad.

Entre los principales líderes políticos dominicanos ha imperado el pensamiento de los caudillos tradicionales que nunca entendieron que deben servir de timón y guía para la transición y el desarrollo democrático de sus organizaciones y el país.

De ahí el hecho de que en la mayoría de mediciones y sondeos llevados a cabo por firmas encuestadoras nacionales e internacionales los partidos políticos sean tan mal valorados por la ciudadanía. 

El promedio de los resultados de estudios realizados en este año 2016 donde se mide la confianza de la población en los partidos políticos arrojan que al menos el 70% de la sociedad no creé en las organizaciones partidarias, hay alguna investigaciones que sitúan a la República Dominicana 10 puntos menos por debajo de la valoración de las organizaciones políticas de diversos países de América Latina.

La clase política tiene en sus manos la principal herramienta que la Constitución dominicana otorga a la población para poder acceder a los espacios de poder.

Si se dejan extinguir los partidos políticos y no se propicia el relevo de liderazgo a todos los niveles, la conexión con la sociedad y la promoción de valores, podría devenir en improvisaciones que devengarían en consecuencias funestas y trágicas para la nación.

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