Por Miguel Cruz Tejada
Aunque muchos de esos negocios, como los restaurantes, no figuran en la lista de cierre obligatorio ordenado por las autoridades estatales y municipales, y se limitan solo a vender comida para llevar y entregas a domicilio, la falta de clientes ha llevado a sus dueños a cerrarlos.
Medios locales aseguran que durante el día, se pueden contar los clientes que entran o que desde sus hogares piden los servicios de entregas y de noche, es casi nadie, por lo que especialmente los más pequeños y medianos establecimientos, son los que están sufriendo con mayor rigor los estragos de la crisis.
Además de que los propietarios tendrán que pagar las rentas, pese a los alivios prometidos por el Gobierno, los empleados, como cocineros y cocineras, ayudantes de cocina, camareros, deliverys , encargados de limpieza y mantenimiento y suplidores, están siendo sacudidos por la estrepitosa baja en las ventas.
Aparte de los restaurantes, salones de belleza, peluquerías, centros de uñas, discotecas, lounges, puestos de comidas en las calles, agencias de servicios múltiples y de viajes, estudios fotográficos, bodegas, puestos de comida informal como chimichurris, yaroas, cachapas, empanadas, jugos, pastelitos y frituras, se suman al cierre.
La cuarentena obligatoria decretada por el gobernador Andrew Cuomo, a partir del pasado domingo de 6:00 de la tarde a 6:00 de la mañana, empeora el panorama.
Anna Meléndez que trabaja en una peluquería en el Alto Manhattan, dijo que el cese en su trabajo, la mantiene en una situación precaria, porque aparte de tener que mantenerse en Nueva York, tiene que enviarle dinero a su madre enferma en la República Dominicana.
La propagación del virus significa que sus finanzas están disminuyendo, mientras sienten la necesidad de ayudar a familiares inmediatos necesitados en la República Dominicana.
“¿Cómo se supone que voy a enviar el dinero?”, expresó Meléndez, de 47 años, quien llegó a los Estados Unidos en el 2003.
“Antes podía enviarle US$60 a la semana para sus medicinas y cosas por el estilo, pero ahora apenas puedo permitirme el lujo de comprar dos bolsas de comida. No sé cómo voy a hacer con esto. Es un dolor de cabeza”, añadió Meléndez.