Al voluntario no hay que llamarlo, ellos mismos se presentan desde que se enteran que ha surgido alguna tragedia inesperada o que se acerca algún huracán o como ahora, el asueto de la Semana Santa.
Cada una de estas personas lleva en la sangre el servir a los que lo necesitan a cambio de nada, nunca esperan nada a cambio de su trabajo.
Wascar Pérez lleva 18 años sirviendo a la Defensa Civil como voluntario y confiesa que es la mejor labor que puede desarrollar un ser humano.
Dice que lo que lo motivó a ser voluntario fue ver cómo uno de sus profesores, allá en Loma de Cabrera, maneja un grupo de jóvenes llamados “Defensa Civil Junior”, y que el trabajo de este grupo era ocuparse de la limpieza de un balneario que hay allí llamado El Salto.
Ataviados con su uniforme color naranja, botas y cascos o su gorra, los voluntarios dejan en múltiples ocasiones a sus familias solas para salir a dar asistencia a quienes lo nocesiten.
Dice Wascar que el mayor apoyo que tiene es el de su esposa e hijos y que una vez llega a su casa, sus pequeños se ponen su ropa en señal de apoyo a su labor.
Para Francisco Peña, quien lleva 24 años sirviendo como voluntario, es una labor que se mide por el trabajo desinteresado destinado a los más vulnerables.
Dice que no necesita que lo llamen, siempre escucha el llamado de su corazón y es suficiente con que se presenten dificultades en la población para salir en su auxilio.
Peña dice que su trabajo de voluntario de la Defensa Civil es fascinante y lo llena de orgullo, “porque es algo que lo llevo en la sangre, me corre por las venas y me siento comprometido con la gente que más necesita se atendida cuando hay desastres”.
Precisamente la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible reconoce, de manera explícita, a los grupos voluntarios como partes interesadas para apoyar la implementación de base de los 17 Objetivos.
Tanto Wascar como Francisco, sin importar la hora, la distancia y si es Nochebuena, Navidad, Año Nuevo o Semana Santa, han tomado la decisión de servir voluntariamente al país, ejcutando el mayor sacrificio: dejar a sus familias para salvar a otros.
Estos voluntarios de la Defensa Civil están lejos de sus casas durante las festividades, en los tiempos de emergencias y en cualquier hora del día que ocurra algún evento y que puedan necesitarles y la mayoría no participa de cenas navideñas o fin de año, porque han abrazado servir, de manera desinteresada, a quien lo necesite.