Blas Durán Paredes, bachatero por antonomasia, y “Rey del doble sentido”, nos recibe en su casa, donde la sala, la antesala y la cocina se comunican maravillosamente. Saluda con calidez, pero no se para, no por falta de caballerosidad o deseos le falten. El achaque, en ocasiones, mortifica y obliga.
Está cómodamente arrellanado en un mueble ancho, allí donde los quebrantos y las enfermedades propias del paso del tiempo lo han llevado.
Su esposa, Maribel Méndez, a su lado, ha hecho de la atención un arte. Parece una extensión de él.
Ella es joven, con una lozanía que contrasta con la de su afamado esposo. Le pregunta qué quiere y le coloca un taburete a los pies que se airean en cómodas sandalias.
Él levanta las piernas largas, unas extremidades de un hombre que casi llega a los seis pies de estatura. Entonces toma un respiro y se dispone a hablar.
“Yo no puedo quejarme de la vida, me han reconocido y la gente me quiere mucho”. Es la primera frase que suelta, de quien de aquel tiempo de los años ochenta no le queda ni un pelo negro, pero se ha dejado una perilla blanca (candado), que recuerdan o retratan al tipo avispado, al hombre de mundo.
En las paredes su aseveración cobra sentido. Se destaca un diploma que reposa en la pared del fondo, donde el Ministerio de Cultura lo ha declarado Patrimonio cultural de la República Dominicana. Ese, entre decenas de diplomas, placas que le han entregado por una trayectoria en la que fue el doble sentido lo que lo llevó la cumbre, una época cuando la mojigatería, el conservadurismo y la doble moral jugaban un rol de principalía.
Uno, quien lo conoció en otra época, queda sorprendido. Es como si se va a entrevistar al Diablo y quien le abre es Dios la puerta. En toda la conversación jamás emite una palabra descompuesta o de tigueraje alguno. A sus 77 años, Blas, cuyo nombre era sinónimo el campo musical de lo plebe, presenta la calma, las canas y el cuidado al hablar, de un caballero.
Si se compara con el Blas Durán la diferencia del que nos recuerdan las crónicas, es mucha. De su cuello desaparecieron las abundantes cadenas, y en sus manos solo quedan dos anillos, nada relucientes, uno en cada mano. Está vestido a su gusto. Es un hombre nuevo, y el envoltorio así lo confirma.
Habla en voz baja. Nunca sube la voz, y los destellos de energía de vez en cuando uno lo visualiza en unos ojos grandes, expresivos. Pero su hablar siempre en ese tono que se dificulta a veces escuchar en el sector Los Frailes II, pues de vez en cuando un inoportuno motoconchista cruza o una guagüita anunciadora, cuyo perifoneo importuna.
Blas Durán es el Rey del doble sentido, y confeso naguero que trabajaba en los cacaotales de su padre. No necesita una diadema sobre la cabeza para que el título tenga certeza. Decenas de composiciones musicales así lo atestiguan. Al hombre que popularizó Mujeres hembras y Vamos a estrujarnos hasta que nos dé grajo, nadie osa discutirle ese título.
Pero el hombre al que se le prohibían canciones por plebe, aquel que tenía siempre un pie en el estribo de lo soez y lo jocoso, está muy lejos de eso ahora. Es más, durante toda la conversación que se sostiene con él no aparece ningún atisbo o señal de que este hombre que aparece ahora, calmo, de hablar suave, a veces inaudible, fuera capaz de estar en tarima profiriendo tales frases, que parece esa época resultaban provocadores, ofensivas a la “buena moral”.
Un romántico
A Blas Durán se le reconoce sin escamoteos que fue uno de los grandes impulsores iniciales de la bachata. Cuando ésta solo era escuchada por guachimanes y “chopas” (como despectivamente llamaban a las trabajadoras domésticas), ya Blas se había montado a contra viento y marea en el ritmo.
Pero, como lo confirma él mismo, su verdadera raíz artística era romántica. El azar lo llevó a la bachata y sobre todo al doble sentido. Sucede que Blas Durán compuso un tema que se llama El huevero, el cual fue grabado por Jerry Vargas y se convirtió en un exitazo.
Ese fue el eureka para Blas. Esa fue una certera clarinada de por dónde tenía que enrumbarse artísticamente. Y claro, talento para la frase feliz, para componer el estribillo pegajoso, para conectar con el pueblo, no le faltaron. Hizo maravillas en el género del doble sentido. Blas rememora con una sonrisa de niña por qué llegó a ser Blas Durán y sus peluches: por el pelo tipo afro de sus integrantes.
Para Blas Durán la clave estuvo en que las autoridades estaban atentas a todo lo que él hacía para prohibirlo, “y eso llevó a que la gente buscara mis canciones prohibidas por eso se pegaron tanto”. Sin embargo, recuerda que hasta canciones que él no grababa se las atribuían. “Todos los ‘fouls’ se me pegaban a mí”, recuerda jocosamente.
Sin embargo él mismo reconoce que muchas de esas canciones que antes eran prohibidas por plebes hoy parecen de niños en comparación con lo que los urbanos hacen ahora donde a la imaginación y a la procacidad no le dejan prácticamente nada.
Creatividad a borbotones
Blas siempre tenía el oído afinado cuando se movía entre la gente del pueblo. Eso, afirma, le permitió un conocimiento de el, que luego volcaba en su escritura creativa, en frases jocosas, provocadoras, y que apelaban a un doble sentido que hacía popular entre la masa humilde.
Vamos a estrujarnos hasta que nos dé grajo, No me manosée la arepa que se me pare la venta, o Mujeres hembras, pertenecen al amplio registro de frases que se hicieron populares porque sabiamente Blas Durán supo devolverlas en canciones a las propias entrañabas del pueblo.
Pero el talento de Blas no solo dio para él, sino que se beneficiaron otros artistas que le grabaron muchos temas. Así sucedió con Freddy Kenton, El cieguito de Nagua, Tatico Henriquez, Primitivo Santos, Marcos Caminero y Davicito Paredes.
Eso le ha permitido al hombre que una vez tumbaba cacaos para sobrevivir recibir beneficios económicos, como compositor, de Ascap, y ser reconocido por la Sociedad Dominicana de Autores y Compositores.
Cristiano gracias al Mal de Parkinson. Además de testimonios de su carrera artística, Blas ofrece testimonios de su conversión que lo ha llevado a ser un hombre nuevo. Su milagro no fue ficticio. Padecía Mal de Parkinson, esa enfermedad que hace temblar al hombre de manera infinita. Y habla, le pidió a Dios que lo curara. Y lo hizo, entonces el dolor lo llevó a lo sagrado.
Desde ese entonces es otro. Uno nuevo. Es por eso que asiste a la iglesia semanalmente a “adorar al más grande”. Pero de vez en cuando hasta los mismos feligreses le piden autógrafos y que interprete una que otra canción que le dio celebridad como hombre mundano.
Peña Gómez
Durante su exitosa trayectoria artística cosechó también grandes amigos. Uno destaca, y como prueba está que aparece con él en una fotografía colgada al lado derecho de la sala. El líder político José Francisco Peña Gómez, el más notable de los políticos que defienden a los desarrapados sociales.
En la foto aparece un Peña Gómez lozano, sonriente, y un Blas Durán, con el color de la juventud y de que aun tenía muchos años de jolgorio, bebentina y escenarios por delante.
“El venía a mi casa. Mis hijos lo llamaban padrino. Claro que yo era perredeísta, el país jamás dará otro líder así”. Asegura que a Peña le gustaba componer canciones, señala que compuso merengues.
Esa amistad lo emociona, y se evidencia en que hasta trastorna el tono de su voz. Y confiesa que en ocasiones cuando piensa en Peña, le dan deseos de llorar.
Bienvenido Rodríguez, el de Karen
Ese nombre le trae sinsabor, se desliza por el camino femenino de la queja. Lo pronuncia y es como cuando uno menciona a una ex pareja que amó mucho. Lo mencioné y al lado coloca la palabra mal agradecido, y sale el sentimiento agridulce. Afirma Blas Durán que son compadres y que él, el Rey del doble sentido, prácticamente hizo La Z 101.
Rememoró que en esa época fue el operativo, la mano derecha de Bienvenido Rodríguez. Como prueba señala que era él quien le llevaba los discos que traía Bienvenido de fuera para que sus artistas se lo aprendieran.
Como muestra está el tema Yo tenía una luz que grabó “El cieguito de Nagua”.
Afirma que Bienvenido nunca lo ha visitado ni una llamada lo hecho, a pesar que fueron tan grandes amigos, y a los que le unieron tantos lazos. Estaría feliz de que lo hiciera.
Querido en el barrio
Blas es querido en el barrio Los Frailes II, un barrio que conoce por los cuatro costados. Su esposa Maribel afirma que no pasa un día sin que no cruce una persona por la casa y pregunte por el artista, pues Blas es una persona humanitaria, cariñosa, y mucha gente le admira.
Su amigo, el compositor Miguel Rey, quien tiene una amistad de más de 30 años con Blas asegura que el “Rey del doble sentido” es una persona humilde, y que hasta en sus mejores tiempos era una persona accesible y que se dejaba querer por las personas humildes.
“Yo era que le cambiaba el dinero a Blas cuando venía en dólares de afuera por sus composiciones, y nunca vi una señal de duda ni de interés por parte de Blas”, dice Rey, quien vive cerca del Rey del doble sentido.
Anécdota arroz de Inespre y la publicidad
A Blas Durán lo persigue el humor, es una constante en su vida. En unas ocasiones se viste de canción, pero otra de anécdota, de vivencia cotidiana. Tal fue cuando durante una presentación en el conocido programa de los años 80 “Sábado de Corporán”, cuando el conocido presentador, Rafael Corporán de los Santos, le preguntó cómo estaba a Blas y éste respondió: “hediondo y desbaratao como el arroz de Inespre”.
Tal y como era de esperarse, el INESPRE a partir de ese momento suspendió el contrato publicitario con ese programa.
Habla esposa
Su esposa Maribel aclara que Blas no está ni desbaratao (como el arroz de Inespre) ni en las últimas como han publicado algunos digitales aviesamente).
Eso le ha hecho mucho daño a él. Aclara que Blas sembró y sabiamente invirtió cuando era joven, y que vive aunque no como un multimillonario, pero sí holgadamente y tranquilo.
Maribel, quien trata a cuerpo de rey a Blas no da ni asomos de celos o reprimendas cuando se le pregunta al artista a cuánto asciende su descendencia: “los hijos de Blas son 11 mal contados”.
Humor y canción
Blas Durán hizo el cruce entre canción y humor. Y el esperpento que salió fue del gusto del público. Siempre se consideró un hombre de pueblo, y que no haya existido distancia le permitió elaborar una canción popular, nunca rayó en lo grotesco.
Atrapó el humor de los dominicanos, ese que quizás no han capturado los insignes poetas y literatos. Cantó para los guachimanes y las chopas cuando éstas eran figuras invisibles en la sociedad, cuando el género era motivo de vergüenza y quienes tenían la osadía de escucharlo se pegaban los pequeños radios a unas orejas que terminaban calentadas.
Le gusta lo de Prince Royce, Romeo Santos
El reconoce que le gusta el humor y que en sus canciones está presente. Pero no hace alarde de ello ni se cree inventor de nada. Es más, tal fue su visión que fue quien patrocinó en términos económicos el programa “Noticiario Desinfomativo”, cuya cabeza visible fue el humorista Félix Peña, programa de humor que gozo aceptación, y en el cual Durán tenía una participación en un segmento. Era quien leía los titulares.
Para Blas, en su mueble, en su descanso ya de hombre de mundo, él hizo lo que hizo y ahora le toca tomar otra senda alejada de lo mundano. Eso sí, tiene claro que hubo gente que se apoyó en su éxito y fórmula: Luis Vargas, pero no exige crédito por ello.
Blas sabe que el tiempo da sus puñaladas. En una ocasión no se reconoce así mismo en una de las fotos que le muestra Maribel.
Al final de todo, al conversar con él queda la sensación de que el “artista que fue popular en el país entero” está tranquilo.
Está consciente de que una vez tuvo el éxito, el público, el escenario, y el aplauso, y hoy es al Señor que le toca la gloria.
Por eso confinado, sabe que su espacio vital se reduce a la Biblia, la iglesia los fines de semana, las atenciones de Maribel que son un arte, y el mueble desde donde observa, con mirada cansada de vez en cuando, cuando todos los reconocimientos que logró por ser el Rey del doble sentido.