Dos tercios de los niños de 10 y 11 años cuentan con un móvil con acceso a Internet, un dispositivo del que dispone más del 90% de la población a partir de los 15 años. En sus manos tienen una herramienta de comunicación y ocio extraordinaria. Pero también de riesgos psicosociales que van desde la adicción a la falta de atención, problemas auditivos o de vista, disfunciones sociales y percepción errónea de la realidad. La Universidad Pablo de Olavide (UPO) de Sevilla ha desarrollado un máster para analizar los peligros de las nuevas tecnologías, sus consecuencias y las formas de prevenirlos.
El abuso de Internet responde en numerosas ocasiones a frustraciones, circunstancias de infelicidad, enfermedades, insatisfacciones de la vida en pareja o laborales, desempleo y otras adversidades. En esos momentos, la Red facilita una vía para buscar nuevas sensaciones que pueden derivar en un comportamiento compulsivo.
“Más de un 50% de los jóvenes se pasa más de cinco horas diarias enganchados a Internet, por lo que se ha convertido en una herramienta fuera de control”, advierte Juan Agustín Morón, director del máster en Prevención de Riesgos Psicosociales en Adolescentes y Jóvenes de la UPO.
Las patologías asociadas al abuso de Internet no evidencian en sus inicios un deterioro físico y los síntomas suelen pasar desapercibidos. Pero hay un test básico que puede ayudar a anticiparse a los problemas. Estas son las preguntas fundamentales:
¿Está conectado más tiempo del inicialmente previsto?
¿Tiene dificultad para controlar el tiempo de conexión?
¿Disminuye su satisfacción estando conectado el mismo tiempo?
¿Necesita incrementar notablemente la cantidad de tiempo en Internet para lograr satisfacción?
Las respuestas afirmativas a estas preguntas evidencian la existencia de un potencial problema especialmente relevante en la adolescencia, una de las etapas “críticas” que Morón destaca como “más relevante en el desarrollo de la personalidad y del cerebro”. “No es una cuestión de causa-efecto, sino de una mayor o menor probabilidad de desarrollar un problema en función de una multiplicidad de variables”, afirma el doctor en Ciencias de la Educación.
Los más vulnerables son aquellos que ya presentan rasgos de la personalidad como impulsividad; oscilaciones frecuentes del humor, intolerancia a dolores, insomnio, fatiga, disgustos, preocupaciones o responsabilidades, búsqueda exagerada de emociones fuertes, timidez excesiva, baja autoestima, rechazo de la imagen corporal, afrontamiento inadecuado de las dificultades cotidianas, depresión, fobia social u hostilidad.
Los síntomas de las patologías derivadas del abuso de las tecnologías de la información son variados, pero destacan el nerviosismo, la ansiedad, los pensamientos obsesivos acerca de lo que estará sucediendo en la Red o las fantasías o sueños acerca de Internet. Las personas que más tiempo pasan conectados tienden a ser más depresivos y muestran niveles de autismo más elevados.
Los enganchados siguen utilizando Internet a pesar de conocer que la dependencia les causa problemas como pérdida de visión, molestias cervicales, obesidad, mareos, agitación psicomotora y dolores de espalda o de cabeza. También reducen sus descansos a menos de cinco horas y abandonan o limitan las actividades sociales y recreativas con compañeros, amigos y familia. Además, disminuyen el rendimiento escolar o laboral. “Si se permitiera el móvil en los colegios e institutos, se dejaría de jugar en los patios durante el recreo”, advierte Morón.
El experto considera la adicción a Internet similar a la drogodependencia, con el matiz de que en la primera no es por una sustancia, sino por las sensaciones que se obtienen.
Para contrarrestar la problemática que se pueda derivar de dicha situación, el profesor considera que “lo más importante es educar a los menores en su uso para fortalecer el autocontrol o evitar situaciones de desconocimiento”. Si las medidas preventivas no son suficientes, se pueden aplicar terapias para promover cambios de comportamiento e incluso, en una fase más avanzada, recurrir a tratamientos farmacológicos.
Luisa Torres Barzabal, que firma también el estudio Educación y adicción a las TIC, señala la importancia de que, además, los padres y los profesores se formen en el uso de las nuevas tecnologías. “Lo más importante no es renunciar a ellas sino limitar sus riesgos”, afirma.
Barzabal detalla cómo es imprescindible saber desenvolverse en un mundo donde “youtubers y blogueros se han convertido en personas de referencia” o en el que la Red afecta a nuestras relaciones, nuestra identidad o prestigio, a la forma de comprar o incluso a nuestra educación sexual. “Es una realidad que hay que trabajar en todos los aspectos y en todos los niveles”, asegura.